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Insensibilidad

Insensibilidad

Me siento en la mesa. Una exquisita paella interfiere en el buen funcionamiento de mis sentidos. En la esquina, un pequeño televisor se enciende. El conocido sonido chillón anuncia que las noticias dan comienzo. El pan está crujiente. Y el vino desprende aromas afrutados.

Apenas oigo al presentador. Ruido de grillos mezclado con come-come de hambrientos comensales. Sin embargo, en la pequeña pantalla, veo dos cuerpos calcinados. Aparentemente parecen seres humanos. Un grupo de exaltados los golpean con estacas. Primer plano. Es lo que queda de dos hombres, o tal vez mujeres. Los arrastran por el suelo. Con el tenedor me sirvo otro bocado y luego otro. Ummm.. delicioso.

A una de las víctimas, insensible ya a las alturas, la han colgado de un puente. Otro primer plano. Las fresas con nata me han endulzado el paladar.

Pido la cuenta. Me levanto y sigo con la rutina del día.

Volver

Volver


Volver a tener tus labios,..
sería, de verdad, maravilloso.

Volver a tener esos ojos,
con su mirada dulce,
con su mirada triste y alegre.

Y volver a tener tu cuerpo,
en la noche sobre el mío,
brillando bajo la luna,
con las estrellas...

Y poder acariciar tus manos,
una vez más.

Volver a quererte,
a mimarte,
a tenerte,
a amarte.

Porque sólo tú,
eres el que me hace VOLVER a sentir.

Covadonga

Me has dicho

Me has dicho

Me has sonreído y me has dicho que sí,
que ya lo sabías.
Que hace tiempo que lo imaginabas.
Que sólo esperabas oírmelo decir.

Que las cosas no son complicadas,
que las complicaciones las ponemos nosotros.
Que querías irte,
que no podías.

Que las nubes no siempre son grises.
Que el viento no nos va a llevar el paraguas.
Que estás harta de que te pongan vendas en los ojos.
Que hemos acortado distancias.

Que estás aquí.
Que te busque.
Que cuente contigo.
Que me quieres.

Eso me has dicho.

Melancolía

Melancolía

Junto con los grandes éxitos y luces de la gloria, conviven las sombras, los pliegues oscuros que van dejando por los rincones vidas rotas, tormentosas personalidades y mentes cada vez más complicadas.

- ¡Pero que diablos es esto!-, murmuró para sí Hechicero.
- Sólo es el comentario de un loco-. Se dijo a sí mismo y cerró el general.

Faltaban cinco minutos escasos para la cita con Fabiola. Estaba nervioso y lo achacó al café que había tomado antes de venir. Recostándose en su silla, comenzó su monólogo.

En la soledad de la noche pienso en qué pasará. Ella se está convirtiendo en una persona real y empieza a interesarme de una forma incontrolable, hasta obsesiva diría yo. Repito mentalmente su nombre una y otra vez. Su imagen me acosa a cada instante. Hasta parece que huelo su perfume. La echo de menos. Espero verla de una manera ansiosa e ilógica. ¿Qué significa todo esto?. ¿Qué me pasa?.
Por suerte ella no ha apreciado en mi estas sensaciones que embargan mi alma. Que me atormentan.

Era la hora. Abrió de nuevo la ventana del chat. Allí estaba ella.

Lágrimas

Lágrimas

Las lágrimas son como perlas de agua que emergen de las emociones, de los dolores del alma.
Son porciones de sentimientos que así como aparecen, desaparecen.

Se me olvidó decir que aquí son pequeños fragmentos que recogen el sentir de una de tantas almas que pueblan este sitio llamado Mundo. Y me declaro narcisista. Y me desnudo ante ti lector.

Recuerdos en sí bemol

Recuerdos en sí bemol

Y la luna habló.
El fresco rocío se deslizaba entre las secas hojas de otoño.
El cielo parecía recuperar otra vez su negro atuendo.
La pasión del agua inundaba el paisaje.

Sabia decisión del jilguero:
cansado y atormentado por los vientos del oeste,
arrancó de sus entrañas fantasías tintadas en color ocre.
Y se fue... se fue a descubrir horizontes nuevos.

Perfecta tristeza de una gran ave.

Amanecer soleado, atardecer frío.
Copas verdes de cristal.
Recuerdos en si bemol.
Distancias infinitas y caminos inciertos.

Paisajes del sentimiento

Paisajes del sentimiento

Se están luciendo. Dan rienda suelta a sus sueños y abocan sus vidas a un terraplén que no los matará, pero sí los dejará marcados por recuerdos amargos. Amargos por engaños y desengaños. Víctimas, sin pretenderlo, de una trama barata de telenovela televisiva.

Él. Él se siente atraído por ese mundo del chat que le provoca la excitación de sus sentidos. Y así pretende que continúe siendo su relación con ella. En ese mundo hace todo lo posible por conseguir lo que desea. Se encarga de hacerle forjar esperanzas, que luego, sin contemplaciones, destruye.

Ella. Ella aunque se dice a si misma que sólo es un pasatiempos para él, está decidida a demostrarle que una vez que la vea, que comparta un instante a su lado, no será capaz de apartar su vida de la suya.

En la sala, cuando coinciden ambos, ríen, discuten, gritan, se lamentan. A veces, ella, cansada, se marcha. Y cuando regresa, él exige saber la razón de su atrevimiento a irse. La acusa de que ella ya no necesita la presencia de él. Y la amenaza. La amenaza con desaparecer. Entonces es cuando ella sale en busca del corazón de él, susurrándole que se alegra de verle de nuevo. Y ella cede. Y ellos se reconcilian.

Ella, enamorada. Él ansioso de aventuras que alivien su monotonía. Para ella, un dios. Para él, una parte de la noche.

Y yo. El amigo de ambos. Confundido por la desesperación de uno y el egoísmo de otro. Apoyándolos y contribuyendo en su vuelo. Y enfurecido. Enfurecido por mi deseo y mi pasión por Fabiola que no disminuye aunque pasan los días. Y ella, ignorándolo. Y yo, sufriendo. Y a Hechicero, traicionando su confianza.

Esta noche se encontrarán.

Y Segundo, que así se llama, derrama una lágrima al compás de los versos de Arjona.


Amo la costura de tu falda
amo la estructura de tu espalda,
amo lo que ves y lo que tocas
amo lo que no es y lo provocas.
Amo tu frialdad ante la vida
amo tu verdad aunque es mentira...

Amo mucho más que tu belleza
te amo si te vas o si regresas...

Condenada a volver

Condenada a volver

Me he dado cuenta de que las miradas de las mujeres me siguen, y he oído rumores de que soy un hombre deseado. Un hombre que tiene el poder de atraer a las mujeres y atarlas a mí.

Paró de escribir y se hecho a reír maliciosamente. Triunfante. Luego siguió.

Hay infinidad de rumores sobre mí, y naturalmente, se apartan mucho de la verdad. Nunca le he dado importancia a estas cosas.

Te deseo y tú a mí. Olvida los chismes. Hay, entre tú y yo, sentimientos y lazos demasiado fuertes para rehúsarlos. Olvida las barreras y vivamos esta experiencia, porque pase lo que pase, nunca la olvidaremos.

Y terminó animándola a que volviese a la sala.

No has entrado hace días. Y ese vacío que has provocado en mi alma, ese echarte de menos, es la prueba que confirma que hay en ti algo distinto a las otras mujeres que he conocido.

Te espero esta noche.

Ni siquiera firmó. Ni siquiera lo releyó. Simplemente oprimió enter y las palabras volaron a través de la red hacia su destino final: Fabiola.

Fabiola se pregunta qué es real

Fabiola se pregunta qué es real

Hoy no entraría en la sala. Simplemente no tenía ganas de verle. Estaba demasiado irritada con él y sabía que la naturalidad con la que manejaba las palabras acabarían provocando sensaciones no deseadas en su cuerpo y en su alma. Fabiola abrió el libro que tenía entre sus manos y se enzarzó en su lectura.

Hace ya muchos años vivía en Pontus Veteris, una pequeña fortaleza del norte de Hispania, un campesino llamado César. Por aquel entonces, después de varias guerras contra los invasores bárbaros, la fortificación se había quedado sin soberano. Se convocó así en aquel castillo, que dominaba con sus cuatro torres una extensa y fértil llanura, a todo aquel varón, mayor de edad y con capacidad en las artes de administrar la paz y mejorar la maltrecha economía de aquel reino.

César, joven de ojos oscuros, vivaces y penetrantes, de estatura media y delgado, no especialmente bello, vivía en una pequeña casa a las afueras de las murallas cuidando un rebaño de ovejas y cultivando vides. Él, inquieto, impaciente, curioso, que no hablaba latín ni griego, acudió a aquella llamada confiando en su capacidad de embelesar a todo aquel que se ponía a hablar con él.

Ante el pueblo allí reunido contestó hábilmente y con diplomacia las preguntas de los fiscales. Su magnetismo cautivador arrastró a la gente hacia él. Lo aclamaron y le coronaron rey con una pesada corona al son de trompetas y laudes.

Estaba lleno de buenas intenciones y, sentado en su gran sillón tallado por un hábil artesano, decretó con pericia edictos que mejoraron la felicidad de sus súbditos.

Amaba la extravagancia, en todas sus modalidades. Le gustaban los espectáculos, sobretodo el teatro y la danza. Y eso dirigió toda su política.

Un día llamó a un soldado y le dijo que empezando por los poblados adyacentes, y siguiendo el camino del sur, advirtiera a todos los que allí encontrara que él, el rey Tiranus, cabalgaría en blanco corcel, amparado por sus ejércitos, para someterlos a su tutoría. Les garantizaba su atención, aunque fuese por tiempo breve. Los invitaba a su rendición incondicional. Los invitaba, pero no los obligaría nunca con armas a abandonar la autonomía de sus fortalezas, a menos que ellos así lo decidiesen.

Y así avanzaba día tras día, consiguiendo a su paso, muchos de los poblados por los que suspiraba.

Pero el poder es un imán que atrae a los ambiciosos. Y fueron éstos, los que anhelan el poder, los mismos que se encargaron de sembrar la incertidumbre en las calles del que se estaba convirtiendo en imperio. Perdió así su buen nombre y la devoción del pueblo.

Se había permitido muchas frivolidades. Sobretodo la de intentar abrir la mente de sus súbditos a la luz de la originalidad y del sentirse diferentes. Ello había hecho que ese mismo pueblo que lo colocó en el trono ahora se rebelase y pidiese su muerte. Sus seguidores nada podían hacer ya por él

Le gustaba jugar con fuego y se chamuscó, por lo que decidió no volver a reinar. Y así es como tomó el camino hacia el exilio, porque quería seguir siendo inalcanzable para la mayoría. Ahora el rey Tiranus vive recluido con sus más fieles colaboradores, aunque sigue sin dedicarse a las buenas obras.

Ha pasado ya mucho tiempo y aún hay noches que en las calles de Ponte Veteris perdura el recuerdo de Tiranus. ¡Viva el rey!.

Y Fabiola despertó sobresaltada pregúntandose cuánto fue sueño o cuánto realidad de la obra que yacía sobre las sábanas, Un rey para un pueblo. Se había quedado dormida.

El tejado

El tejado

Apoyé la frente en el cristal de la ventana.
Frío. Estaba frío.
Miré afuera.
Tejados de edificios. Todos iguales.
Rojas. Tejas rojas.
Una mujer tendiendo ropa.
Un perro jugando en la repisa de una ventana.
Un niño correteando por un salón.
Unas cortinas cerradas y una sombra detrás.
Blancas. Muy blancas esas cortinas.

Sumido en mis pensamientos, te pregunto, ¿Qué cambiarias tú?

Una dura tarea que quiero realizar

Una dura tarea que quiero realizar

Una dura tarea que quiero realizar,
las vendas no se quitan ni me dejan continuar,
y pienso que tal vez todo saldrá mejor,
si pinto algún dibujo o escribo una canción
y es el reflejo en mi retrato o lo escrito en mi versión
quizás no sea tan completo pero lleva mi pasión.

Me escapo en un sueño que lo sueño sin dormir,
por más que yo lo intente no se quiere reprimir,
al chocar con nuestras vidas él se logra confundir,
no encuentra una salida ni una forma de vivir.

Que duro es el tiempo y que sabia es la razón
que dispara esas flechas sin rumbo ni dirección
se clavan en tu pecho y no hallan contención
ya el tiempo aquí se para y aprovecha la ocasión.

No han pasado ni dos horas ni dos horas pasarán
no he quedado en el camino ni en el camino he de quedar
no he buscado una chance ni una chance me darán
si yo no les he de dar nada ellos nada me darán
esperando en las calles en las calles quedarán
las angustias y los bajones es lo que muchos dejarán
si te duermen o te acuestan eso a vos ya te da igual
ya la vida te ha curtido y más curtido no has de andar
si la vida es prestada y ya pronto reclamarán
es lo que en ella vos hiciste lo que no te sacarán.

Matias Castro

Te necesito a ti

Te necesito a ti

Soy de esa clase de mujeres que siempre se equivoca al elegir. Esa clase de mujeres que luego se lamenta de las consecuencias. Esa clase de mujeres que no se conforma con la plácida calma de una relación normal. Esa clase de mujeres que se enamora siempre del hombre equivocado.

Es ridículo enamorarme de un hombre que ha hecho un estudio pormenorizado del arte de la seducción. Un mujeriego. Un perezoso. Un vividor. Un amante de la poesía. Pero, sí, encantador.

Ocupo un lugar que sé seguro deberé abandonar dentro de unas semanas. Presentí desde el principio que sería una tragedia. Tragedia para mis sentimientos. Pero quise permitirme el pequeño placer de amar un imposible. Siempre sin exigir. Sin exigir fidelidad.

Necesito huir del dolor. Necesito sonreír. Necesito esa serenidad que me transmite su presencia. Lo necesito a él.

Fabiola cerró su diario, dejó el bolígrafo sobre la mesa. Y aguardó inmóvil acurrucada delante de su escritorio. Era como si esperase que alguien la acariciara. A través de la ventana la luz de la luna traspasaba las finas cortinas e iluminaba parte de su cabello desarreglado.

Niña, usa la mala leche

Niña, usa la mala leche

Llegué a su casa, pensando que hoy no estaría. Timbré. Oí pasos. Se abrió la puerta.

Allí estaba ella, fresca y coqueta, con su pantalón corto y la camiseta ceñida a los senos. Su cabello recogido.

- Pasa.

- Anda, prepárame un café de esos tan fuertes que haces- , le ordené.

- Un hombre tan mandón como tú debería tener una compañía de soldados a tus órdenes.

Lo dijo, pero se dirigió a la cocina a preparar uno de sus brebajes que se le dan tan bien. Estuvimos, luego, sentados en el amplio salón del privado. Allí hablamos de casi todo.

- ¿Qué les haces a las mujeres?. ¿Qué debo hacer para ser como tú cuando sea mayor?.- Cuando hablaba su voz era refrescante y suave como la nata.

- Pues, niña, sólo tienes que ser tu misma y usar la mala leche. Todos la tenemos. Eso sí, usala de forma constructiva y sin pretensiones.

En cierto momento, en tono más bien áspero y enarcando una ceja, me preguntó acerca de la ambigüedad con la que yo veía la amistad. Noté como la temperatura subía y con ella la densidad del aire. Una sonrisa acabó asomando en la comisura de mis labios, pero advertí como se me apagaba la voz. Me froté los ojos, está vez más por la alta hora que por otra cosa.

- Amigo es aquel que, sin condiciones, está a tu lado, cuando lo necesitas y cuando no. El que te apoya. El que ríe contigo. El que llora a tu lado. El que calla. El que te dice. El que está cuando te abres paso y cuando estás hundido-. Desvié la mirada de ella y seguí.

- En esta sala de chat sólo me han dado manotazos. He encontrado....¿uno?. Yo...

- Chisss, sino acabaré dándote un sartenazo. Además mira la hora.- Lo dijo al tiempo que me rodeó con un brazo. Noté en mi hombro su mano pequeña y delicada. Ella, como yo, sabía lo mucho que conforta en ciertas circunstancias el contacto, el calor humano.

- Una velada encantadora- Me incorporé y abandoné la estancia.

Carta de Fabiola

Carta de Fabiola

¿Capricho?. Esa es una forma muy interesante de definirme. Siento mucho decirte que no puedo hacer siempre lo que tú esperas. Lo que tú quieres. Ni puedo ser tan predecible como tú deseas.

Nunca, ni una sola vez, escatimaste en tu dedicación a hacerme sentir especial. Cuando necesitaba llorar me has dejado. Cuando necesitaba que me escucharan, me has escuchado. Pero te has cansado y empecé a sentirme como un instrumento que tu afinabas, lustrabas, según tu conveniencia.

Conmigo no has acabado. Si crees que con buenas palabras me hechas a la calle, te equivocas. Buenas palabras, o ¿debería decir palabras vulgares?. Vulgares como todo cuanto te rodea. Te has aprovechado de mi ingenuidad. Pero estoy contigo. Sé que me quieres, a tu manera.

No sé. No sé si deseo o si es posible. De lo que estoy segura es de estar acorralada por la tentación de seguirte. Cómo es posible que haya pasado mi vida sorteando tormentas, evitándolas, y de pronto esté hundida hasta el cuello en la peor de ellas. No lo sé.

Amo este lugar, a pesar de lo ocurrido. Me siento bien aquí. Y necesito. Necesito pertenecer a un lugar.

FABIOLA

Enviado el mail, levanto la cabeza y veo el fantasma de tu reflejo en el cristal de la ventana, con la negrura detrás.

En nuestra estación

En nuestra estación

Sentía llorar a un violín desafinado en el andén de la estación. Su melancolía evocaba el escenario cotidiano que se despertaba junto a las vías. Sonaba sin descanso, profundo y lejano. Y sólo cuando el tren se aproximaba, aquel llanto agudo moría aplastado bajo el acero, grabado ya en el alma de quienes cruzaban sus destinos, en la estación.

Cada mañana, aquel violinista repetía el mismo ritual. Llegaba muy temprano. Escogía su rincón en un lugar de paso, muy concurrido, y colocaba en el suelo, junto a sus pies, una vieja gorra de color verde, boca arriba. Después atrapaba el arco con sus dedos negros, acomodaba aquella caja en el hombro y, como si reposase sobre un lecho de notas amargas, inclinaba la cabeza sobre el violín. En cuanto comenzaba el baile de viajeros cerraba los ojos y se volvía invisible mientras soltaba las riendas de su alma entre aquellas cuerdas flojas. Sólo a veces el tintineo de unas monedas le devolvían al trajín de la estación. Entonces, lanzaba una mirada furtiva a su alrededor, buscaba sus pies y de nuevo cerraba los párpados.

Cuentan que el jueves apareció una gorra verde sobre las vías. Era vieja y esta rota y ensangrentada. Alguien la guardo en una bolsa junto a un sonajero, una tartera y un libro de historia. Dicen también que en el lugar donde cada mañana dormía un músico alguien ha encendido una vela. Y que en el andén, al amanecer, de nuevo, rezuma tristeza de violín. Que sus lágrimas suenan por cada esquina. Cuentan incluso que cuando el tren se acerca furioso y desconsolado los acordes fluyen con más fuerza de entre los hierros, entonando una melodía que ya nunca dejará de llorar en la estación. En nuestra estación.

María Varela (Diario de Pontevedra)

De sentido común

De sentido común

Hemos reaccionado tarde y mal. Ha sido necesario un atentado para despertar del estado hipnótico en el que muchos estaban sumergidos.

Aún así, felicidades España por haber ganado hoy el sentido común.

Carta a Fabiola

Carta a Fabiola

Es un día nublado. Sin embargo, ahora, veo el reflejo de un rayo de sol en el cristal de la ventana del salón. Fuera oigo el ruido de gente manifestándose por la oleada de violencia sin sentido que asola el país.

Y en mi mente están esos ojos tuyos. Ojos que cuando miro vislumbro esa paciencia, esa serenidad y hasta esa compasión que tanta falta me hacen a veces. En cambio, los míos sólo son capaces de reflejar necesidades, dudas y miedos.

Te tengo miedo. Porque cada vez que creo conocerte un poco, te transformas. Puedo oler que estás enamorada sin quererlo. Puedo oler que entre tú y yo las cosas nunca marcharían bien. Tengo la seguridad de ello, porque entre otras cosas, y a pesar de mi fachada, soy un cobarde que no sería capaz de adaptarse a esa nueva vida que me propones sin decírmelo.

No busco sentirme culpable. Culpable por enamorarte. No me angustio pensando que habría podido evitarlo preveyiendo acontecimientos, cambiándolos o evitándolos.

No escucharé esa vocecita que sé en mi mente y me susurra ideas acerca de culpas, errores y flaquezas.

No quiero promesas.

Atentamente

Hechicero

Asesinatos 11M - Madrid

Asesinatos 11M - Madrid

¿En qué nos estamos convirtiendo?

Oscura fuente de deseo

Oscura fuente de deseo

Fabiola, o Fabi como le gustaba que le llamasen sus amigos, entraba todas las noches a la sala del chat. Y allí presumía de que los hombre que se cruzaban en su camino no la olvidaban fácilmente, y que ella tenía a cualquiera que en ese momento se le antojase.

Me gusta coquetear. Sobretodo con los que se ponen nerviosos cuando me dirijo a ellos. Porque eso se nota. Es que es mi forma de ser. Sólo juego. Nunca nada serio. Siento curiosidad. Siempre la siento, pero en el fondo no estoy interesada por nadie. Me doy cuenta, pero ¡ya lo he hecho!.

Claro que un día llegó quien tenía que llegar. Sus palabras tenían algo. A veces parecía inteligente. Otras mediocre. Tonto. No sé. Pero suspiré por su amor, por su tiempo a mi lado. Con lágrimas incluidas, auque no se lo dije a nadie.

El problema es que está cortado por el mismo patrón que yo. Se mueve en el mismo ambiente y usa las mismas cartas. Sí, piensa en mi más como un instrumento, que como una mujer.

Angela, ya sabes, mi mejor amiga, me aconsejó que lo dejase. Pero tengo la terrible costumbre de ignorar los consejos que me dan. Sus consejos han servido para que me enfrente conmigo misma y me pregunte si aún es posible evitar desvincularme de estos sentimientos no correspondidos y de los aires de suficiencia y superioridad que adopta. He decidido preguntarle qué es exactamente lo que siente. Por eso estoy aquí.

- Comprendo-, escribí en el privado de Fabi.

Amigos de papel

Amigos de papel

La pérdida de un amigo, aunque sea aquí, siempre es dolorosa. Conoces a alguien y, cuando menos lo esperas, desaparece.

Entre lágrimas, se comparten confidencias, secretos. Hay comprensión. Hay consejos. Consejos sobre la vida. Hay, en cierta manera dependencia. Hay apoyo. Hay tantas y tantas cosas.

Pero a veces ni siquiera la profundidad de los sentimientos es suficiente para retener a alguien en tu vida.