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En el chat

Melancolía

Melancolía Junto con los grandes éxitos y luces de la gloria, conviven las sombras, los pliegues oscuros que van dejando por los rincones vidas rotas, tormentosas personalidades y mentes cada vez más complicadas.

- ¡Pero que diablos es esto!-, murmuró para sí Hechicero.
- Sólo es el comentario de un loco-. Se dijo a sí mismo y cerró el general.

Faltaban cinco minutos escasos para la cita con Fabiola. Estaba nervioso y lo achacó al café que había tomado antes de venir. Recostándose en su silla, comenzó su monólogo.

En la soledad de la noche pienso en qué pasará. Ella se está convirtiendo en una persona real y empieza a interesarme de una forma incontrolable, hasta obsesiva diría yo. Repito mentalmente su nombre una y otra vez. Su imagen me acosa a cada instante. Hasta parece que huelo su perfume. La echo de menos. Espero verla de una manera ansiosa e ilógica. ¿Qué significa todo esto?. ¿Qué me pasa?.
Por suerte ella no ha apreciado en mi estas sensaciones que embargan mi alma. Que me atormentan.

Era la hora. Abrió de nuevo la ventana del chat. Allí estaba ella.

Paisajes del sentimiento

Paisajes del sentimiento Se están luciendo. Dan rienda suelta a sus sueños y abocan sus vidas a un terraplén que no los matará, pero sí los dejará marcados por recuerdos amargos. Amargos por engaños y desengaños. Víctimas, sin pretenderlo, de una trama barata de telenovela televisiva.

Él. Él se siente atraído por ese mundo del chat que le provoca la excitación de sus sentidos. Y así pretende que continúe siendo su relación con ella. En ese mundo hace todo lo posible por conseguir lo que desea. Se encarga de hacerle forjar esperanzas, que luego, sin contemplaciones, destruye.

Ella. Ella aunque se dice a si misma que sólo es un pasatiempos para él, está decidida a demostrarle que una vez que la vea, que comparta un instante a su lado, no será capaz de apartar su vida de la suya.

En la sala, cuando coinciden ambos, ríen, discuten, gritan, se lamentan. A veces, ella, cansada, se marcha. Y cuando regresa, él exige saber la razón de su atrevimiento a irse. La acusa de que ella ya no necesita la presencia de él. Y la amenaza. La amenaza con desaparecer. Entonces es cuando ella sale en busca del corazón de él, susurrándole que se alegra de verle de nuevo. Y ella cede. Y ellos se reconcilian.

Ella, enamorada. Él ansioso de aventuras que alivien su monotonía. Para ella, un dios. Para él, una parte de la noche.

Y yo. El amigo de ambos. Confundido por la desesperación de uno y el egoísmo de otro. Apoyándolos y contribuyendo en su vuelo. Y enfurecido. Enfurecido por mi deseo y mi pasión por Fabiola que no disminuye aunque pasan los días. Y ella, ignorándolo. Y yo, sufriendo. Y a Hechicero, traicionando su confianza.

Esta noche se encontrarán.

Y Segundo, que así se llama, derrama una lágrima al compás de los versos de Arjona.


Amo la costura de tu falda
amo la estructura de tu espalda,
amo lo que ves y lo que tocas
amo lo que no es y lo provocas.
Amo tu frialdad ante la vida
amo tu verdad aunque es mentira...

Amo mucho más que tu belleza
te amo si te vas o si regresas...

Condenada a volver

Condenada a volver Me he dado cuenta de que las miradas de las mujeres me siguen, y he oído rumores de que soy un hombre deseado. Un hombre que tiene el poder de atraer a las mujeres y atarlas a mí.

Paró de escribir y se hecho a reír maliciosamente. Triunfante. Luego siguió.

Hay infinidad de rumores sobre mí, y naturalmente, se apartan mucho de la verdad. Nunca le he dado importancia a estas cosas.

Te deseo y tú a mí. Olvida los chismes. Hay, entre tú y yo, sentimientos y lazos demasiado fuertes para rehúsarlos. Olvida las barreras y vivamos esta experiencia, porque pase lo que pase, nunca la olvidaremos.

Y terminó animándola a que volviese a la sala.

No has entrado hace días. Y ese vacío que has provocado en mi alma, ese echarte de menos, es la prueba que confirma que hay en ti algo distinto a las otras mujeres que he conocido.

Te espero esta noche.

Ni siquiera firmó. Ni siquiera lo releyó. Simplemente oprimió enter y las palabras volaron a través de la red hacia su destino final: Fabiola.

Fabiola se pregunta qué es real

Fabiola se pregunta qué es real Hoy no entraría en la sala. Simplemente no tenía ganas de verle. Estaba demasiado irritada con él y sabía que la naturalidad con la que manejaba las palabras acabarían provocando sensaciones no deseadas en su cuerpo y en su alma. Fabiola abrió el libro que tenía entre sus manos y se enzarzó en su lectura.

Hace ya muchos años vivía en Pontus Veteris, una pequeña fortaleza del norte de Hispania, un campesino llamado César. Por aquel entonces, después de varias guerras contra los invasores bárbaros, la fortificación se había quedado sin soberano. Se convocó así en aquel castillo, que dominaba con sus cuatro torres una extensa y fértil llanura, a todo aquel varón, mayor de edad y con capacidad en las artes de administrar la paz y mejorar la maltrecha economía de aquel reino.

César, joven de ojos oscuros, vivaces y penetrantes, de estatura media y delgado, no especialmente bello, vivía en una pequeña casa a las afueras de las murallas cuidando un rebaño de ovejas y cultivando vides. Él, inquieto, impaciente, curioso, que no hablaba latín ni griego, acudió a aquella llamada confiando en su capacidad de embelesar a todo aquel que se ponía a hablar con él.

Ante el pueblo allí reunido contestó hábilmente y con diplomacia las preguntas de los fiscales. Su magnetismo cautivador arrastró a la gente hacia él. Lo aclamaron y le coronaron rey con una pesada corona al son de trompetas y laudes.

Estaba lleno de buenas intenciones y, sentado en su gran sillón tallado por un hábil artesano, decretó con pericia edictos que mejoraron la felicidad de sus súbditos.

Amaba la extravagancia, en todas sus modalidades. Le gustaban los espectáculos, sobretodo el teatro y la danza. Y eso dirigió toda su política.

Un día llamó a un soldado y le dijo que empezando por los poblados adyacentes, y siguiendo el camino del sur, advirtiera a todos los que allí encontrara que él, el rey Tiranus, cabalgaría en blanco corcel, amparado por sus ejércitos, para someterlos a su tutoría. Les garantizaba su atención, aunque fuese por tiempo breve. Los invitaba a su rendición incondicional. Los invitaba, pero no los obligaría nunca con armas a abandonar la autonomía de sus fortalezas, a menos que ellos así lo decidiesen.

Y así avanzaba día tras día, consiguiendo a su paso, muchos de los poblados por los que suspiraba.

Pero el poder es un imán que atrae a los ambiciosos. Y fueron éstos, los que anhelan el poder, los mismos que se encargaron de sembrar la incertidumbre en las calles del que se estaba convirtiendo en imperio. Perdió así su buen nombre y la devoción del pueblo.

Se había permitido muchas frivolidades. Sobretodo la de intentar abrir la mente de sus súbditos a la luz de la originalidad y del sentirse diferentes. Ello había hecho que ese mismo pueblo que lo colocó en el trono ahora se rebelase y pidiese su muerte. Sus seguidores nada podían hacer ya por él

Le gustaba jugar con fuego y se chamuscó, por lo que decidió no volver a reinar. Y así es como tomó el camino hacia el exilio, porque quería seguir siendo inalcanzable para la mayoría. Ahora el rey Tiranus vive recluido con sus más fieles colaboradores, aunque sigue sin dedicarse a las buenas obras.

Ha pasado ya mucho tiempo y aún hay noches que en las calles de Ponte Veteris perdura el recuerdo de Tiranus. ¡Viva el rey!.

Y Fabiola despertó sobresaltada pregúntandose cuánto fue sueño o cuánto realidad de la obra que yacía sobre las sábanas, Un rey para un pueblo. Se había quedado dormida.

Te necesito a ti

Te necesito a ti Soy de esa clase de mujeres que siempre se equivoca al elegir. Esa clase de mujeres que luego se lamenta de las consecuencias. Esa clase de mujeres que no se conforma con la plácida calma de una relación normal. Esa clase de mujeres que se enamora siempre del hombre equivocado.

Es ridículo enamorarme de un hombre que ha hecho un estudio pormenorizado del arte de la seducción. Un mujeriego. Un perezoso. Un vividor. Un amante de la poesía. Pero, sí, encantador.

Ocupo un lugar que sé seguro deberé abandonar dentro de unas semanas. Presentí desde el principio que sería una tragedia. Tragedia para mis sentimientos. Pero quise permitirme el pequeño placer de amar un imposible. Siempre sin exigir. Sin exigir fidelidad.

Necesito huir del dolor. Necesito sonreír. Necesito esa serenidad que me transmite su presencia. Lo necesito a él.

Fabiola cerró su diario, dejó el bolígrafo sobre la mesa. Y aguardó inmóvil acurrucada delante de su escritorio. Era como si esperase que alguien la acariciara. A través de la ventana la luz de la luna traspasaba las finas cortinas e iluminaba parte de su cabello desarreglado.

Niña, usa la mala leche

Niña, usa la mala leche Llegué a su casa, pensando que hoy no estaría. Timbré. Oí pasos. Se abrió la puerta.

Allí estaba ella, fresca y coqueta, con su pantalón corto y la camiseta ceñida a los senos. Su cabello recogido.

- Pasa.

- Anda, prepárame un café de esos tan fuertes que haces- , le ordené.

- Un hombre tan mandón como tú debería tener una compañía de soldados a tus órdenes.

Lo dijo, pero se dirigió a la cocina a preparar uno de sus brebajes que se le dan tan bien. Estuvimos, luego, sentados en el amplio salón del privado. Allí hablamos de casi todo.

- ¿Qué les haces a las mujeres?. ¿Qué debo hacer para ser como tú cuando sea mayor?.- Cuando hablaba su voz era refrescante y suave como la nata.

- Pues, niña, sólo tienes que ser tu misma y usar la mala leche. Todos la tenemos. Eso sí, usala de forma constructiva y sin pretensiones.

En cierto momento, en tono más bien áspero y enarcando una ceja, me preguntó acerca de la ambigüedad con la que yo veía la amistad. Noté como la temperatura subía y con ella la densidad del aire. Una sonrisa acabó asomando en la comisura de mis labios, pero advertí como se me apagaba la voz. Me froté los ojos, está vez más por la alta hora que por otra cosa.

- Amigo es aquel que, sin condiciones, está a tu lado, cuando lo necesitas y cuando no. El que te apoya. El que ríe contigo. El que llora a tu lado. El que calla. El que te dice. El que está cuando te abres paso y cuando estás hundido-. Desvié la mirada de ella y seguí.

- En esta sala de chat sólo me han dado manotazos. He encontrado....¿uno?. Yo...

- Chisss, sino acabaré dándote un sartenazo. Además mira la hora.- Lo dijo al tiempo que me rodeó con un brazo. Noté en mi hombro su mano pequeña y delicada. Ella, como yo, sabía lo mucho que conforta en ciertas circunstancias el contacto, el calor humano.

- Una velada encantadora- Me incorporé y abandoné la estancia.

Carta de Fabiola

Carta de Fabiola ¿Capricho?. Esa es una forma muy interesante de definirme. Siento mucho decirte que no puedo hacer siempre lo que tú esperas. Lo que tú quieres. Ni puedo ser tan predecible como tú deseas.

Nunca, ni una sola vez, escatimaste en tu dedicación a hacerme sentir especial. Cuando necesitaba llorar me has dejado. Cuando necesitaba que me escucharan, me has escuchado. Pero te has cansado y empecé a sentirme como un instrumento que tu afinabas, lustrabas, según tu conveniencia.

Conmigo no has acabado. Si crees que con buenas palabras me hechas a la calle, te equivocas. Buenas palabras, o ¿debería decir palabras vulgares?. Vulgares como todo cuanto te rodea. Te has aprovechado de mi ingenuidad. Pero estoy contigo. Sé que me quieres, a tu manera.

No sé. No sé si deseo o si es posible. De lo que estoy segura es de estar acorralada por la tentación de seguirte. Cómo es posible que haya pasado mi vida sorteando tormentas, evitándolas, y de pronto esté hundida hasta el cuello en la peor de ellas. No lo sé.

Amo este lugar, a pesar de lo ocurrido. Me siento bien aquí. Y necesito. Necesito pertenecer a un lugar.

FABIOLA

Enviado el mail, levanto la cabeza y veo el fantasma de tu reflejo en el cristal de la ventana, con la negrura detrás.

Carta a Fabiola

Carta a Fabiola Es un día nublado. Sin embargo, ahora, veo el reflejo de un rayo de sol en el cristal de la ventana del salón. Fuera oigo el ruido de gente manifestándose por la oleada de violencia sin sentido que asola el país.

Y en mi mente están esos ojos tuyos. Ojos que cuando miro vislumbro esa paciencia, esa serenidad y hasta esa compasión que tanta falta me hacen a veces. En cambio, los míos sólo son capaces de reflejar necesidades, dudas y miedos.

Te tengo miedo. Porque cada vez que creo conocerte un poco, te transformas. Puedo oler que estás enamorada sin quererlo. Puedo oler que entre tú y yo las cosas nunca marcharían bien. Tengo la seguridad de ello, porque entre otras cosas, y a pesar de mi fachada, soy un cobarde que no sería capaz de adaptarse a esa nueva vida que me propones sin decírmelo.

No busco sentirme culpable. Culpable por enamorarte. No me angustio pensando que habría podido evitarlo preveyiendo acontecimientos, cambiándolos o evitándolos.

No escucharé esa vocecita que sé en mi mente y me susurra ideas acerca de culpas, errores y flaquezas.

No quiero promesas.

Atentamente

Hechicero

Oscura fuente de deseo

Oscura fuente de deseo Fabiola, o Fabi como le gustaba que le llamasen sus amigos, entraba todas las noches a la sala del chat. Y allí presumía de que los hombre que se cruzaban en su camino no la olvidaban fácilmente, y que ella tenía a cualquiera que en ese momento se le antojase.

Me gusta coquetear. Sobretodo con los que se ponen nerviosos cuando me dirijo a ellos. Porque eso se nota. Es que es mi forma de ser. Sólo juego. Nunca nada serio. Siento curiosidad. Siempre la siento, pero en el fondo no estoy interesada por nadie. Me doy cuenta, pero ¡ya lo he hecho!.

Claro que un día llegó quien tenía que llegar. Sus palabras tenían algo. A veces parecía inteligente. Otras mediocre. Tonto. No sé. Pero suspiré por su amor, por su tiempo a mi lado. Con lágrimas incluidas, auque no se lo dije a nadie.

El problema es que está cortado por el mismo patrón que yo. Se mueve en el mismo ambiente y usa las mismas cartas. Sí, piensa en mi más como un instrumento, que como una mujer.

Angela, ya sabes, mi mejor amiga, me aconsejó que lo dejase. Pero tengo la terrible costumbre de ignorar los consejos que me dan. Sus consejos han servido para que me enfrente conmigo misma y me pregunte si aún es posible evitar desvincularme de estos sentimientos no correspondidos y de los aires de suficiencia y superioridad que adopta. He decidido preguntarle qué es exactamente lo que siente. Por eso estoy aquí.

- Comprendo-, escribí en el privado de Fabi.

Amigos de papel

Amigos de papel La pérdida de un amigo, aunque sea aquí, siempre es dolorosa. Conoces a alguien y, cuando menos lo esperas, desaparece.

Entre lágrimas, se comparten confidencias, secretos. Hay comprensión. Hay consejos. Consejos sobre la vida. Hay, en cierta manera dependencia. Hay apoyo. Hay tantas y tantas cosas.

Pero a veces ni siquiera la profundidad de los sentimientos es suficiente para retener a alguien en tu vida.

Picasso

Picasso Vuelve a llover.
Miro un pequeño cuadro, imitación de un Picasso.
Y me pierdo en él.

En la sala, personas situadas a cientos o miles de kilómetros. A veces a años luz de distancia.

Almas vagando en silencio invadidas por la emoción y el misterio.
Y los que se atreven a la provocación.
También los vendedores de la nada.
Los infantilistas.

No me niegues que no es inquietante la oferta. En efecto, lo es.

Sigue lloviendo.
Sigo mirando el cuadro.
Y me pregunto dónde estará esa línea divisoria que separa lo ético, lo correcto, lo válido,... de lo que no lo es.

Viento

Viento "... palabras que soplan en el viento,
palabras fáciles de olvidar"

Los Rodríguez

Verbena de despropósitos

Verbena de despropósitos Muchas noches entro y me embarco en algún monólogo lleno de despropósitos. Eso sí, con el único fin de arrancar de los que en ese momento están allí en la sala, risas, aplausos o enfados.

Me gusta degustar las diferentes demostraciones de todo tipo e impulsos de diversa índole que los provocados formulan sin contemplaciones amparados en el anonimato que les confiere la red, ante los a veces sí, otras no, lúcidos monólogos de Hechicero.

Son muchos los que, erre que erre, se empeñan en que su actuación caiga en la continuidad de su vida monótona, en su falta de vitalidad y pérdida de confianza en sí mismos. Así hemos acabado convirtiendo las salas de chat en verbenas mediocres de mal gusto.

Si eres tú, que me estas leyendo, uno de esos aficionados a estos nuevos medios de comunicación, una vez que hayas entrado, corre todo lo que puedas, haz piruetas hasta descalabrarte, se capaz de dialogar, proponer y escuchar, y, sobretodo, huye del tema universal. Ese al que llaman amor.

El despertador

El  despertador Allí estaba yo, sin poder ocultar en mis ojos la certeza de que no vendrías.
Eres la luz que me ha guiado en los últimos meses. Me has hecho deslizar por tus curvas y he sentido en mi cuerpo emociones y sensaciones. Llegas de madrugada y te desnudas junto a mi. Caes en mis brazos desnuda. Y al día siguiente sigues tu camino. Tu mirada misteriosa puede volver loco a cualquier hombre, y sé que tu cuerpo conoce a la perfección el idioma del deseo y siento que tu piel brilla cuando yo estoy al otro lado del hilo. Nunca tuve una mujer como tú.

Los últimos pasajeros de ese vuelo han salido. Me gustaría salir corriendo para abrazarte. Siempre soñé con salir corriendo a tu encuentro. Cada día más intensamente. Quizá pensaste que hay palabras capaces de crear un círculo mágico donde caben los misterios, las esperanzas, todas esas cosas pequeñas que nos conforman. Quizá pensaste, por la presión de la realidad, de la verdad, que ese vuelo no era el tuyo. Me gustaría salir corriendo abrazarte, pero las escobas en las que viajo están deterioradas en esta época.

Y de repente una voz a mi espalda. Me doy media vuelta y me encuentro con una mujer y con una sonrisa. Y descubro que ya es primavera, y que aunque yo sigo con mi jersey de lana ya han llegado los primeros calores. Alterado por la perspectiva de que esa mujer ha llegado de un mundo virtual para convertirse en real, me encuentro con sus ojos y apenas logro articular un Hola...

El simple roce de mis labios en su piel despertó en mi el volcán que hasta ahora había estado oculto. Salimos fuera, en silencio. Allí, en el aparcamiento, cogimos el coche. Volabamos por la carretera hacia el hotel. Era noche. El camino discurria entre árboles y yo aceleraba al salir de las curvas. Sentía en mis piernas el efecto de los nervios. Y ese aroma embriagaba mis sentidos. Nunca encontré una mujer como tú, pensaba. Y si pudieses escuchar lo que corre por mi mente te darias cuenta de que uso un pretérito perfecto simple, porque no sé si tu luz un día desaparecerá y acabaré estrellandome en cualquier camino oscuro.

Y allí estaba el hotel.

Sonó el despertador. Eran las siete de la mañana. Miré a mi alrededor, pero ella no estaba. Sólo había sido eso, un sueño.

Sólo es un chat

Sólo es un chat -¡Dios mio!-, exclamé rozando con mis dedos el teclado. Imaginando que esas teclas negras con letras blancas era su piel. La piel de Laura.

-Podrías haberme hecho daño. Tienes que entender algo tan sencillo como que la gente tiene sentimientos. ¡Maldita sea!, yo también tengo sentimientos.- dijo ella guardando unos instantes de silencio. Unos instantes que me parecieron eternos . Luego siguió:

-Me acaricias la cabeza y me alejas de tu vida como a una fémina inútil. Que amable eres. Ahora te irás. Sí, te irás. Y cuando llegues a casa y te metas en tu cama, serás capaz de dormir como un bebé, incluso después de esto.

Apreté los labios. Mis ojos estaban apagados y enrojecidos, pero Laura no lo sabía. Acerté de decirle:

- Sólo es un chat. Y es lo único que me quita el sueño por las noches. Me hace compañía.

- ¡Espera un momento!-, escribió. Sin embargo, la ventana se había cerrado ya. La conexión que unía dos vidas paralelas dejó paso a la fría soledad.

Llegué a casa, y al meterme en cama, dormí como un bebé.

Debilidad

Debilidad Me gusta dirigirme a las mujeres con suave y seductora voz, aprovechando que ellas son más débiles. Más débiles de cuerpo, más débiles de voluntad, más débiles de mente.

Debilidad que en la mayoría de las ocasiones no es sino fortaleza y astucia. Cualidades por las que acabo siendo arrastrado.

A veces fingen que le soy indiferente. Pero yo sé cuando la locura se apodera de ellas, y una bruma de sensaciones brotan en su cuerpo y en su mente.

Me gusta saborear, cada noche, esa deliciosa sensación de plenitud que experimento cuando, estando en esa sala, ellas pierden la cabeza.

Los unos y los otros

Los unos y los otros Ayer las calles del chat fueron escenario de un colorido y bullicioso desfile. Tenían hasta el atractivo turístico de una fiesta popular cualquiera.

Muchas personas vestidas de trajes multicolores. Bailes incluídos y canciones de protesta. Canciones picarescas que representan cada uno de los barrios de esta aldea global.

Desfiles individuales y de grupos. Cada cual buscando la esencia de la anhelada compañía.
Degustando lo dulce unos, y lo amargo otros. Lo bonito unos y lo feo otros. Lo cómico, lo irónico, lo trágico unos y lo contrario los otros.

Muchos encuentran compañía en esta sala abierta y agradecida. Y vuelven noche tras noche, día tras día, compartiendo charlas, silencios, noches de insomnio. Lo que les sirve para afrontar mejor su vida cotidiana con sus más y sus menos. Es para ellos un descanso, un respiro.

A veces también cansa, y cansa mucho. Pero también llena a la vez. Eso es lo que hace que esta experiencia sea rara y hermosa al mismo tiempo.

Asumo la debilidad y fragilidad de nosotros los que pasamos por esta sala, que podría ser cualquiera, cada noche.

Quizá

Quizá El aire estaba impregnado del tentador aroma de ella.

Tardé un instante en comprender que ella era sincera. Esta vez no vi chispas burlonas en sus ojos. Esta vez no vi ironía en su voz. Su maquillaje le daba un aire misterioso y femenino. Imaginé sus ojos profundos. Sus labios carnosos. Su boca pintada de rojo.

- Eres demasiado agradecido con las mujeres, por eso se enamoran de ti. Y luego sólo te dan problemas.

Sólo acerté a decir:
-Lo tendré en cuenta, la próxima vez que conozca a una mujer le diré que es fea.

Ella se echó a reír. Sostuve su risa con actitud coqueta. Y por una extraña razón sentí un nudo en la garganta. Su majestuosidad hizo que sintiese la necesidad de rodearla con mis brazos, de ofrecerle el apoyo de mi hombro. Pero no lo hice. Temí que mi gesto fuese interpretado de una manera equivocada.

-¿Por qué eres tan infeliz, Hechicero?
-No lo soy, me apresuré a responder.

Pero ella supo que en mi respuesta sólo había una parte de verdad. La otra parte no era cierta.

Ella, con una sonrisa en los labios, cerró la ventana, marcando las distancias.

-¿Te veré mañana?
-Quizá