Picasso
Vuelve a llover.
Miro un pequeño cuadro, imitación de un Picasso.
Y me pierdo en él.
En la sala, personas situadas a cientos o miles de kilómetros. A veces a años luz de distancia.
Almas vagando en silencio invadidas por la emoción y el misterio.
Y los que se atreven a la provocación.
También los vendedores de la nada.
Los infantilistas.
No me niegues que no es inquietante la oferta. En efecto, lo es.
Sigue lloviendo.
Sigo mirando el cuadro.
Y me pregunto dónde estará esa línea divisoria que separa lo ético, lo correcto, lo válido,... de lo que no lo es.
Miro un pequeño cuadro, imitación de un Picasso.
Y me pierdo en él.
En la sala, personas situadas a cientos o miles de kilómetros. A veces a años luz de distancia.
Almas vagando en silencio invadidas por la emoción y el misterio.
Y los que se atreven a la provocación.
También los vendedores de la nada.
Los infantilistas.
No me niegues que no es inquietante la oferta. En efecto, lo es.
Sigue lloviendo.
Sigo mirando el cuadro.
Y me pregunto dónde estará esa línea divisoria que separa lo ético, lo correcto, lo válido,... de lo que no lo es.
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