Versos y lágrimas
Allí estaban los dos.
A Hechicero el escenario le resultaba mágico. Y se transformó en el de siempre. Primero saludó a los conocidos y dejó a Fabiola en un segundo plano. Pero como ella lo ignoró, empezó a recitarle los versos que hubiese repetido a cualquier otra y en cualquier otro momento, convencido de que podía hacer lo que quería con las mujeres que le interesaban.
- Me diviertes-, le espetó ella. - Y me gusta tu actuación, aunque deberías mejorarla, añadirle algún que otro efecto especial más, porque empieza a hacerse monótona y a cansar a los que te conocemos. Por cierto, hay cosas que no cambian; te he visto hablar animadamente con otra mujer en la sala.-
Él se calló. No lo esperaba. Y así fue como el incidente cambió el desarrollo de la conversación. Cuando recobró el entendimiento le pudo contestar.
- A ti tampoco te importa el que esté con otras mujeres. ¿Desde cuándo te han preocupado mis juegos de una noche?. Disfruto entre la gente y me entretengo. Me gusta dar una palabra amable unas veces, o provocadoras otras, a aquellos que entran; me gusta reírme con ellos y aplaudirles a veces. Sin embargo por ti siento un gran respeto y te amo. Te amo ... sólo a ti.
- Entonces vamos, díselo a ella.
- Si ella no estuviese me casaría ahora mismo contigo y te demostraría cuáles son realmente mis sentimientos.
- Pero está. Y tú planteas hipótesis. Sabes perfectamente que no te atreves a decírselo. A dejarla.
- No. No se lo diré ahora. Pero si me das tiempo seré tuyo y se lo diré.
- Si tu me dejas, me volvería loca. Sé también que después de un tiempo me recuperaría. Y no estoy dispuesta a que me tomes o me dejes cuando te resulte más conveniente.
- Fabiola tienes que entenderlo. Deseo más que ninguna otra cosa estar contigo de verdad. Y te lo aseguro... algún día lo estaré.
-¿Cuándo?
- Sé paciente. Tú y yo estamos hechos el uno para el otro. Lo sabemos ambos. Lo supimos la primera vez que nos encontramos por casualidad. No tardaré mucho en ser parte de tu vida.
- Ya lo eres. Y no creas que voy a dejar que te apartes de mi lado.
- Pues ahora he de hacerlo; de lo contrario perderé mi empleo.
Besaron el monitor. Lo besaron ambos. Él volvió a su trabajo preguntándose si alguien advertiría que había estado con su amada. Ella, se quedó allí, inmóvil, pero una vez más sus ojos se le llenaron de lágrimas.
A Hechicero el escenario le resultaba mágico. Y se transformó en el de siempre. Primero saludó a los conocidos y dejó a Fabiola en un segundo plano. Pero como ella lo ignoró, empezó a recitarle los versos que hubiese repetido a cualquier otra y en cualquier otro momento, convencido de que podía hacer lo que quería con las mujeres que le interesaban.
- Me diviertes-, le espetó ella. - Y me gusta tu actuación, aunque deberías mejorarla, añadirle algún que otro efecto especial más, porque empieza a hacerse monótona y a cansar a los que te conocemos. Por cierto, hay cosas que no cambian; te he visto hablar animadamente con otra mujer en la sala.-
Él se calló. No lo esperaba. Y así fue como el incidente cambió el desarrollo de la conversación. Cuando recobró el entendimiento le pudo contestar.
- A ti tampoco te importa el que esté con otras mujeres. ¿Desde cuándo te han preocupado mis juegos de una noche?. Disfruto entre la gente y me entretengo. Me gusta dar una palabra amable unas veces, o provocadoras otras, a aquellos que entran; me gusta reírme con ellos y aplaudirles a veces. Sin embargo por ti siento un gran respeto y te amo. Te amo ... sólo a ti.
- Entonces vamos, díselo a ella.
- Si ella no estuviese me casaría ahora mismo contigo y te demostraría cuáles son realmente mis sentimientos.
- Pero está. Y tú planteas hipótesis. Sabes perfectamente que no te atreves a decírselo. A dejarla.
- No. No se lo diré ahora. Pero si me das tiempo seré tuyo y se lo diré.
- Si tu me dejas, me volvería loca. Sé también que después de un tiempo me recuperaría. Y no estoy dispuesta a que me tomes o me dejes cuando te resulte más conveniente.
- Fabiola tienes que entenderlo. Deseo más que ninguna otra cosa estar contigo de verdad. Y te lo aseguro... algún día lo estaré.
-¿Cuándo?
- Sé paciente. Tú y yo estamos hechos el uno para el otro. Lo sabemos ambos. Lo supimos la primera vez que nos encontramos por casualidad. No tardaré mucho en ser parte de tu vida.
- Ya lo eres. Y no creas que voy a dejar que te apartes de mi lado.
- Pues ahora he de hacerlo; de lo contrario perderé mi empleo.
Besaron el monitor. Lo besaron ambos. Él volvió a su trabajo preguntándose si alguien advertiría que había estado con su amada. Ella, se quedó allí, inmóvil, pero una vez más sus ojos se le llenaron de lágrimas.
4 comentarios
nancy -
Anónimo -
Hada -
se fueron desganando, pero nada
te daba la suerte de ir jugando conmigo..no sé..es lo que yo creo..
Anónimo -