Castillos de arena
En verano, cuando aún era un niño me acercaba a aquella playa mediterránea. La arena era muy blanca y húmeda. Húmeda y cálida. Jugaba a hacer castillos en el aire.
Más tarde, en mi adolescencia, no dejé de acercarme allí. Dibujaba corazones en la arena, como si quisiese escribir mi destino en aquellas blancas páginas. Me planteaba, satisfecho y sin miedo, nuevas metas, nuevos horizontes en mi vida. Y soñaba. Soñaba con héroes y heroínas. Con hombres y mujeres fuera de lo común. Con el roce de los labios de ella.
Pero al regresar a casa, el agua ya había borrado todo vestigio de mi presencia sobre el manto blanco.
Más tarde, en mi adolescencia, no dejé de acercarme allí. Dibujaba corazones en la arena, como si quisiese escribir mi destino en aquellas blancas páginas. Me planteaba, satisfecho y sin miedo, nuevas metas, nuevos horizontes en mi vida. Y soñaba. Soñaba con héroes y heroínas. Con hombres y mujeres fuera de lo común. Con el roce de los labios de ella.
Pero al regresar a casa, el agua ya había borrado todo vestigio de mi presencia sobre el manto blanco.
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