Oración
Como cada noche acudí al acantilado. El mar estaba tranquilo e iluminado por la luna. Oí el aleteo y el arrullo de chorlitejos, correlimos y cormoranes. Una leve brisa agitó mi gorro. Eso hizo que levantara mi mirada y observase la decoración que el cielo había elegido para la ocasión: tonos ocres salpicados de manchas rosáceas.
Sobre una gran roca que semejaba un altar, dispuse el cuenco de barro. Añadí el fruto de la remolacha y el licor destilado del alambique. Después de macerar con hierbas, especias y frutas, tomé una parte del ungüento con un viejo cucharón, y, con un gesto firme, seguro y contundente invoqué al dios Efesto, hijo de Zeus, que descargó su ira y las llamas cobraron vida en el néctar que mi mano asía. Muy despacio lo dejé caer sobre el bol que contenía el resto de la mezcla espirituosa.
El resplandor del fuego me transportó a tiempos remotos. Alcé las manos al cielo. Las aves dejaron de arrullar. El mar embraveció. El viento se tornó brusco. Y el cielo oscureció.
Mi silueta, que la dibujan en la arena las llamas, parecía la de un personaje diabólico. Recité el conjuro, implorando a dioses y espíritus:
Caí rendido al suelo y el fuego se apagó. Tomando del cuenco bebí el concentrado que resultó sabroso a mi boca.
Sobre una gran roca que semejaba un altar, dispuse el cuenco de barro. Añadí el fruto de la remolacha y el licor destilado del alambique. Después de macerar con hierbas, especias y frutas, tomé una parte del ungüento con un viejo cucharón, y, con un gesto firme, seguro y contundente invoqué al dios Efesto, hijo de Zeus, que descargó su ira y las llamas cobraron vida en el néctar que mi mano asía. Muy despacio lo dejé caer sobre el bol que contenía el resto de la mezcla espirituosa.
El resplandor del fuego me transportó a tiempos remotos. Alcé las manos al cielo. Las aves dejaron de arrullar. El mar embraveció. El viento se tornó brusco. Y el cielo oscureció.
Mi silueta, que la dibujan en la arena las llamas, parecía la de un personaje diabólico. Recité el conjuro, implorando a dioses y espíritus:
Que las grietas ni las hendiduras me derrumben,
Que el mal de ojo no me alarme,
Que mis muros soporten el peso de los agravios,
Que las tradiciones no sean barreras insalvables,
Que mi existencia no se convierta en suplencia,
Que sea consciente de mis propias debilidades,
Que no me sienta mal sólo por vivir,
Que mis letras no las borren ni las cubran de pintura negra.
Que el mal de ojo no me alarme,
Que mis muros soporten el peso de los agravios,
Que las tradiciones no sean barreras insalvables,
Que mi existencia no se convierta en suplencia,
Que sea consciente de mis propias debilidades,
Que no me sienta mal sólo por vivir,
Que mis letras no las borren ni las cubran de pintura negra.
Caí rendido al suelo y el fuego se apagó. Tomando del cuenco bebí el concentrado que resultó sabroso a mi boca.
5 comentarios
Brisa -
Turandot -
Hija de la Luna -
un besote!
Toni -
Si resulta, ya pedire una consulta personal.
;o)
_Mary_ -
Aquí de visita por tu éspacio.
Me parece interesante la descripción que haces, del medio ambiente, para establecer una comunicación, una oración muy personal -como cada uno de nosotros lo hacemos-.
Yo no sé nada de esos conjuros, ya leeré a que se refiere.
Saludos desde México.
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